El 26 de diciembre de 1973 tuvo lugar un acontecimiento que marcaría un antes y un después en la vida de muchos. El Exorcista, película basada en la novela homónima de William Peter Blatty, se estrenaba en 25 salas y teatros de Estados Unidos y Canadá y a muy pocos dejó indiferentes.
Y no es para menos. Una magistral combinación de imágenes impactantes, escenas nunca vistas y un uso minimalista pero efectivo de la música dio como resultado uno de los hitos del cine de terror de todos los tiempos. La música lograba, una vez más, amplificar el sentimiento de angustia y terror en el espectador. Sin embargo, no mucha gente sabe la historia que se esconde detrás de unas de las campanas más paradigmáticas de la historia de la cinematografía.
Antes de que William Friedkin (el director) se decidiera por la ya icónica Tubular Bells de Mike Oldfield, Lalo Schifrin, responsable del tema de Misión Imposible y de las bandas sonoras de La Leyenda del indomable y Harry el Sucio, estaba trabajando en una partitura completa para esta cinta.
La composición creada por Schifrin, abstracta y atonal, se incluyó en un tráiler de promoción y, según la leyenda, su visionado provocó que la audiencia se sintiera enferma e indispuesta. No está claro si fue por efecto únicamente de la música o si las imágenes parpadeantes tuvieron también algo que ver, provocando convulsiones en algunos espectadores. Sea como fuere, se retiró inmediatamente de la circulación.
Aunque el director, según el libro de Neil Lerner Music in the Horror Film: Listening to Fear, había pedido a Schifrin una partitura que «no sonara como música» y que fuera «atonal y malhumorada», parece que no estaba contento con ella. Tanto es así que, al parecer, la tiró por la ventana del estudio (¿una especie de guiño macabro al destino de Burke Dennings y el padre Karras en la película…?).
Desesperado, Friedkin pasó tres días en la biblioteca musical de Warner Bros con la esperanza de encontrar algo parecido a una canción de cuna. Y, por puro azar, se obró el milagro. Como relataría el propio director:
Después de escuchar y descartar todo tras unos pocos compases, me encontré con un tema llamado Tubular Bells de alguien llamado Mike Oldfield, en un nuevo sello en Inglaterra, Virgin Records. Tras el motivo inicial, que me pareció inquietante, el resto de la pista era una especie de demostración del sonido que producen varias campanas. Pero, ese motivo de apertura era perfecto.
Según cuentan, a Oldfield no le hacía mucha gracia que asociaran su tema a una película de terror, aunque siempre mantuvo una posición de aparente desinterés por el filme, el cual no vería hasta diez años después de su estreno.
Esta ambigua relación dio para mucho debate sobre quién se benefició de quién para alcanzar una fama inmortal (y unos ingresos al alcance de pocos mortales), con partidarios en uno y otro bando.
Gustara o no a sus protagonistas, la realidad es que la película y el tema musical han quedado unidos para la eternidad, un ejemplo de music branding involuntario maravilloso, y eso teniendo en cuenta que Tubular Bells sólo se utilizó en una escena de El exorcista.