Esta joya de Satoshi Kon, director japonés de grandes cintas de animación y de la mítica serie de anime “Paranoia Agent”, ofrece en «Los padrinos de Tokio» su cara más amable.
El título hace un guiño a Los tres padrinos (1948) de John Ford, en la que tres forajidos (liderados por John Wayne) rescatan a un bebé de su madre moribunda en Nochebuena e intentan criarlo, sustituyendo en un momento dado el aceite de bebé por grasa para ejes.
La historia arranca cuando la “familia” formada por Gin (Tôru Emori), Hana/Tío Bolsa (Yoshiaki Umegaki) y la adolescente fugitiva Miyuki (Aya Okamoto), se encuentra con un bebé recién nacido que ha sido abandonado.
Mientras intentan sobrevivir juntos a la Navidad y llevar a la pequeña Kiyoko a través del Tokio invernal hasta sus padres, sus variadas vidas pasadas les alcanzan a todos ellos, pues cada uno tiene una historia que contar, y durante la película, todos las cuentan.
Primero tenemos a Gin, un ex campeón de ciclismo áspero y canoso que afirma haberlo perdido todo por culpa de los deudores cuando murió su hija pequeña. Hana es una mujer trans y artista de cabaret retirada que se quedó sin hogar y abatida tras la muerte de su novio. Y la joven Miyuki es una adolescente que huyó de casa tras una violenta discusión con su padre. Las tres han optado por esconderse de su pasado y habrían permanecido ocultas de no ser por el hallazgo de un bebé en un contenedor en Nochebuena.
¡Qué bello es vivir… ¿en Tokio?!
La cultura japonesa es implacable con la vagancia y, sobre todo, con el robo, aunque sea para sobrevivir. Tampoco está bien visto pedir o recibir ayuda en la calle, ni compadecerse de quienes se encuentran en esa situación. Como le dice un médico a Gin en un momento dado sin reírse: «Puedo intentar curar enfermedades. El estilo de vida es algo que tú tienes que arreglar».
A diferencia de la representación tradicional de los personajes anime, Kon no tiene miedo a hacer “feos” a sus protagonistas, siendo más expresivos y convincentes por todos sus defectos.
Tokyo Godfathers es una película navideña, una comedia-drama familiar disfuncional y una historia de amor de lo menos convencional. Un alegato a las familias de acogida y las dinámicas familiares no convencionales. En su arrebato más apasionado, Hana declara desgarradoramente: «¡Nada debería hacerte abandonar a un niño! Eso significa que has cogido el amor y lo has tirado a la basura».
En algunas partes recuerda a Qué bello es vivir, ese milagro navideño que hace que los protagonistas salgan bien parados de situaciones extraordinarias en las calles de un Tokio frenético y ajeno. Un cuento de Navidad cariñoso, emotivo y lleno de espíritu.
Tokio Godfathers es una mezcla perfecta de melodrama e hilaridad conducen a un final sensacional en el que dos vidas se salvan de una forma sólo posible en la animación.